Los beneficios de la inteligencia artificial (IA) resuenan cada vez con más fuerza en todos los ámbitos de la sociedad. Al mismo tiempo, las redes sociales nos inundan con aplicaciones diseñadas para optimizar el rendimiento en diversas actividades, evidenciando el impacto creciente de esta tecnología en nuestra vida cotidiana. Pero, ¿cuáles son los posibles beneficios o costos económicos de su aplicación en el mundo laboral?
Uno de los efectos más evidentes es la automatización de tareas manuales y rutinarias. Actividades como la clasificación de datos o el análisis predictivo ya se realizan con rapidez y precisión gracias a la IA. Esto ha liberado a los empleados para que se concentren en tareas más estratégicas y creativas, pero también ha generado inquietud sobre la posible eliminación de ciertos puestos de trabajo.
Casi un 40% del empleo mundial está expuesto a la IA. Históricamente, la automatización y las tecnologías de la información han tendido a afectar las tareas rutinarias, pero la IA se diferencia de ellas por su incidencia en trabajos de alta cualificación. Si bien podría acarrear mayores riesgos para las economías avanzadas, en relación con los mercados emergentes, presenta oportunidades para explotar sus ventajas.
Según el Fondo Monetario Internacional, en los mercados emergentes y países de ingreso bajo, se ha previsto que la exposición a la IA sea de 40% y 26%, respectivamente. Estos hallazgos nos llevan a pensar que, en estas economías, la IA tendrá un impacto menos traumático.
Desde la perspectiva económica, la introducción de herramientas de IA mejora los procesos de producción con una repercusión positiva en la reducción de costos.
La IA también está generando nuevos tipos de empleo. La demanda de expertos en datos, ingenieros de aprendizaje automático o especialistas en regulación de IA está en aumento. Muchos oficios ya están incluyendo competencias relacionadas con la tecnología, lo que fomenta la transición hacia un modelo laboral híbrido.
La idea es utilizar mejor las habilidades de los trabajadores dirigiendo sus esfuerzos en tareas para las cuales tienen el menor costo de oportunidad y en la cual aportan mayor valor, dejando las labores rutinarias a la IA.
En sectores como la manufactura, la logística y los servicios financieros, la IA ha demostrado ser una herramienta clave para mejorar la productividad. Sin embargo, América Latina y el Caribe es una de las regiones con mercados de trabajo más informales, lo que priva el acceso a prestaciones y protecciones laborales, a sistemas financieros y jurídicos y dificultades a la hora de atraer la inversión.
A pesar de estos beneficios, la integración de la IA en el mundo laboral plantea interrogantes éticos y sociales. ¿Cómo garantizar su uso responsable? ¿Qué medidas deben adoptarse para proteger a los trabajadores desplazados?
El auge de la IA ha generado nuevas oportunidades a nivel global; pero también plantea profundos dilemas éticos, por el potencial que tiene para reproducir prejuicios, contribuir a la degradación del clima o amenazar los derechos humanos, entre otros. Estos riesgos se suman a las desigualdades ya existentes.
Si los costos de utilización de la IA en el entorno laboral resultan menores que los costos de contratación de trabajadores, se podría dar rápidamente un proceso de sustitución perverso, aunque no debemos olvidar que la IA es un invento del hombre y necesita de él para acrecentar su valor.
Finalmente, en el ámbito económico se oye con mucha fuerza el término “gobierno digital” con el fin de optimizar los recursos del Estado y eliminar la burocracia excesiva que se presta a procesos de corrupción.
La IA no solo está transformando la manera en que trabajamos, sino también la naturaleza misma del trabajo. Si bien esta revolución plantea desafíos, también nos ofrece la oportunidad de rediseñar el mundo laboral de forma más inclusiva, eficiente y humana.